Contexto
COVID-19 en Colombia/Vista general de Leticia y Puerto Nariño, Amazonas
Colombia atraviesa actualmente una tercera ola de infecciones por COVID-19. A 1 de julio, Colombia tiene un total de 4.298.342 casos confirmados de COVID-19 y una tasa de infección de 2.117 casos por cada 100.000 habitantes, la 12ª tasa de infección más alta del mundo. Se ha producido un aumento del 45% de las infecciones en Colombia en comparación con mayo de 2021.
En la actualidad, la región amazónica se está viendo muy afectada por el COVID-19 debido a la presencia de la variante Gamma (antes llamada P1 y P1.1 en Brasil) y a la falta de acceso a la sanidad, infraestructuras, empleo y seguridad de los medios de vida. Las mayores extensiones de la cuenca del Amazonas consisten en territorios de Brasil, Perú y Colombia que albergan a más de 400 comunidades indígenas, con una población estimada de 6 millones de personas. El cauce principal del río Amazonas, que es una ruta vital para el transporte en la región, ha desempeñado un papel importante en la transmisión del COVID-19 que afecta a las poblaciones indígenas que viven y trabajan en la región fronteriza de estos tres países.
El Departamento del Amazonas (Admin 1) en Colombia tiene la tercera tasa de mortalidad más alta del país (3,087) sólo por detrás de Atlántico (3,251) y Bogotá (3,078). Las comunidades indígenas se ven afectadas de manera desproporcionada porque tienen una tasa de mortalidad de 4.183, una tasa 35% más alta que el total departamental. Leticia, la capital del departamento, tiene el 94% del total de casos y muertes confirmadas por COVID-19 de la región amazónica colombiana y alberga al 48% de los indígenas que la habitan, específicamente los ticuna, cocama y bue. Otro 19% vive en Puerto Nariño y el 33% restante en los otros 9 municipios. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el Amazonas es el departamento más grande de Colombia y tiene una de las menores densidades de población. Esto significa que la mayoría de las comunidades indígenas afectadas por el COVID-19 en la región se encuentran en lugares remotos donde no hay instalaciones médicas, lo que las hace muy vulnerables a los efectos de la enfermedad y al subregistro.
Al menos el 60% de los reportes de muerte de indígenas no tienen información sobre la etnia de las víctimas. Esto hace casi imposible estimar el impacto del COVID-19 en las 66 comunidades indígenas del Departamento de Amazonas. Cabe destacar que 46 (70%) de estas comunidades tienen menos de 100 miembros. Por esta razón, la muerte de ancianos en estas comunidades indígenas representa una pérdida cultural irrecuperable, debido a su papel y responsabilidad en el mantenimiento de los conocimientos ancestrales, la cultura tradicional y las costumbres de sus pueblos.
Hay una falta de información sobre el Departamento de Amazonas debido a las dificultades para desplegar encuestas e investigadores en el campo. Uno de los problemas es que no hay grandes rutas terrestres que conecten el departamento con el resto del país y la gente tiene que usar barcos o aviones para viajar a otras regiones. En consecuencia, es difícil llegar a la mayor parte del territorio. Además, el Amazonas es el tercer país con menor acceso a Internet de Colombia, con sólo un 3,7% de la población con acceso regular. Todos estos aspectos explican que el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia) no incluya al Amazonas en sus Encuestas de Hogares como la GEIH y el Pulso Social.
En cuanto a los medios de vida, no hay estadísticas actualizadas sobre la pobreza, el desempleo y el impacto intersectorial del COVID-19 en las comunidades locales de Amazonas.
Las infecciones respiratorias y la diarrea aguda han sido las principales causas de mortalidad infantil en la región, con indicadores significativamente superiores a los promedios nacionales. La incidencia de las enfermedades respiratorias infecciosas se sitúa en 57,3 por cada 100.000 habitantes en el Amazonas colombiano, frente a 14,7 en la escala nacional.
La incidencia de diarrea acuosa es de 19,1 por 100.000 en la Amazonia colombiana, frente a 3,0 en la escala nacional. La tasa de mortalidad infantil es de 46,9 por cada 1.000 nacimientos en la región. Este departamento del Amazonas también tiene las tasas de mortalidad materna más altas del país, hasta seis veces superiores a la media nacional. Esta tasa de mortalidad materna excepcionalmente alta se ve agravada por la deficiente infraestructura sanitaria general y los numerosos problemas logísticos de la región. Además, la Amazonia sufre la escasa presencia de instituciones estatales y la falta de prestación de servicios básicos. Los indicadores de desarrollo económico indican un alto grado de pobreza estructural antes de la pandemia y los niveles de informalidad son extremadamente altos, llegando casi al 100% en algunas zonas rurales (UNOCHA 1/8/2020).
Comunidades visitadas
Observaciones Generales
Amazonas es un departamento fronterizo entre Colombia, Brasil y Perú, donde existen múltiples afectaciones que agravan la situación humanitaria, entre ella la presencia de grupos armados, vulnerabilidad por desastres naturales, incluidas las inundaciones y crecientes súbitas por tratarse de comunidades que se encuentran asentadas sobre el río Amazonas. Fue uno de los departamentos mas afectados según sus tasas de contagio por COVID-19 considerando que es una zona con baja densidad poblacional, donde el porcentaje de población indígena en el departamento es de 47%
Curaca, Comunidad indígena 20 de Julio, Puerto Nariño
En términos de necesidades en salud, el acceso es precario, Leticia, la capital del departamento, tiene un hospital de segundo nivel, el cual no cuenta con suficientes camas de cuidados intermedios para atender a pacientes contagiados por COVID en situación crítica. El departamento no cuenta con camas de cuidados intensivos (UCI) por lo que es necesario hacer remisiones de casos críticos a Bogotá.
En términos de infraestructura en el acceso a agua segura para el consumo humano es escaso, especialmente en comunidades alejadas dado que no cuentan con servicios de acueducto ni alcantarillado. Las comunidades optan por tomar agua de los ríos, pozos y quebradas cercanas, en aquellas comunidades donde no es posible acceder a este recurso, lo hacen por aguas lluvias, lo cual es un riesgo para la transmisión de enfermedades diarreicas agudas (EDA).
La conectividad a telefonía e internet en Amazonas presenta grandes retos y dificultades por tratarse de una zona selvática e infraestructura de baja calidad. Esto ha afectado principalmente a toda la población.
Los principales medios de vida observados fueron la agricultura y pesca de subsistencia especialmente en las comunidades ubicadas en áreas no municipalizadas. En el caso de la cabecera municipal más del 70% de los ingresos provienen de la economía transfronteriza entre Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil), es decir que los habitantes de Leticia se desplazan al otro lado de la frontera para realizar sus compras de la canasta básica y insumos. Previo a la pandemia por COVID-19, la principal fuente de ingresos del Amazonas era el turismo y en gran medida de la economía informal. Una vez ocurridos los cierres de fronteras y la cancelación de los vuelos entre Leticia y el interior del país, la principal fuente de ingresos se vio afectada en gran medida.
En términos de capacidad institucional, es bastante débil, en los últimos meses, no existe un alcalde de Puerto Nariño, debido a que se encuentra investigado por temas de corrupción. Algunos funcionarios públicos de la administración no cuentan con contratos de trabajo lo que imposibilita sus intervenciones, debilitando las acciones a desarrollar en el municipio, ejemplo de ello son las acciones en salud pública, según lo comentaron las coordinadoras de salud pública Puerto Nariño.
Las autoridades tradicionales cuentan con relevancia entre las comunidades, son quienes organizan y visibilizan temas de interés y necesidades ante las instituciones, estas autoridades que pertenecen a cabildos, resguardos y comunidades indígenas son electas por un periodo de 4 años y fue con quienes se hizo la articulación de las evaluaciones de necesidades realizadas por iMMAP.
Caracterización del impacto del COVID-19 en las comunidades indígenas
Los resultados demuestran que la principal afectación por la COVID-19 fue la interrupción de la vida comunitaria de las poblaciones indígenas, dado que la socialización es muy importante para estas. En segundo y tercer lugar se identificaron los medios de vida y la seguridad alimentaria.
Curaca, Comunidad TIWA, Leticia
Resalta que existen barreras para acceder a pruebas diagnósticas de la COVID-19, tales como la distancia hasta los centros de salud y que la población subestima la gravedad de la enfermedad. Por ello, es usual que las personas asuman que tienen COVID-19 si presentan los síntomas y que procedan a automedicarse con remedios tradicionales de efectividad no comprobada científicamente. Adicionalmente, persisten mitos sobre los tratamientos que se utilizan en los hospitales para tratar la enfermedad y predomina el temor por sufrir separación familiar durante las hospitalizaciones. Por consiguiente, existe un aparente subregistro en los casos reportados por las autoridades, lo que supone que la incidencia de la pandemia sería superior.
Por otra parte, la región amazónica presenta serios retos en materia de desarrollo económico y social, así como necesidades humanitarias. Concretamente, las comunidades encuestadas identifican el Agua, Saneamiento e Higiene como su principal necesidad, seguida de los medios de vida y los elementos no alimentarios (NFI) y la vivienda.
Destaca que durante las cuarentenas, las comunidades rurales incrementaron sus cultivos de subsistencia, sin embargo, estos presentan una baja productividad que impide comerciar de forma recurrente. Ante esto, se identificó una reducida variedad en la dieta de estas comunidades y una alta dependencia del departamento por los productos importados de otras regiones. Hasta la actualidad, no se han recuperado los medios de vida ni el dinamismo económico previo a la pandemia, lo cual agrava la inseguridad alimentaria. Por otra parte, existen críticas a las ayudas alimentarias provistas por el Estado y organizaciones internacionales, debido a que estas no están adecuadas a la dieta y cultura local y porque usualmente incluyen leguminosas que no son consumidas por los pueblos indígenas debido a su difícil preparación y el consumo de leña que provocan.
Curaca, Comunidad TIWA, Leticia
En cuanto a salud, la COVID-19 coexiste con otras enfermedades endémicas de la región, tales como el Dengue y la Malaria. Preocupa que la Enfermedad Diarréica Aguda (EDA) es común en todas las comunidades, lo cual es una consecuencia de las deficiencias en el acceso a agua potable y saneamiento mejorado. Por otra parte, diversas comunidades también expresan preocupación por el incremento de los casos de suicidio y el aumento en la cantidad de personas con tendencias hacia este.
Respecto a educación, todos los niños han podido continuar sus estudios con guías y material impreso, sin embargo, las comunidades expresan que la calidad del aprendizaje disminuyó. Se resalta el déficit de dispositivos electrónicos y conectividad a internet como barreras para acceder a la educación, así como las deficiencias en la infraestructura de las escuelas, especialmente en cuanto a baños, lavamanos, techos y mobiliario.
Don Yolbino, Curaca, Comunidad 20 de Julio, Puerto Nariño
En términos de protección y seguridad, las comunidades manifiestan sentirse seguras y que no existen graves problemas de violencia de género o intrafamiliar. Sin embargo, la comunidad CAPIUL ubicada en la zona urbana de Leticia reconoce el incremento de ambos casos debido a que las familias se encuentran hacinadas en casas y apartamentos, sin poder socializar con sus familiares y vecinos con normalidad, lo cual eleva considerablemente los niveles de estrés y conflictividad. Así mismo, esta comunidad identifica un incremento de la cantidad de mujeres en situación de sexo por supervivencia debido a que en el entorno urbano se depende considerablemente de recursos monetarios, situación que no sucede con la misma intensidad en las zonas rurales. Por otra parte, todas las comunidades manifiestan que se ha incrementado el consumo de alcohol y estupefacientes, así como la delincuencia.
Por otra parte, en las zonas no municipalizadas y más distantes de Leticia y Puerto Nariño, existen rutas de narcotráfico y cultivos de uso ilícito (coca) que operan en la triple frontera. En caracterizaciones de necesidades realizadas por Agencias del SNU se pudo identificar riesgo de reclutamiento, especialmente de hombres jóvenes que son utilizados por los Grupos Armados Organizados (GAO) en los cultivos de coca y para el contrabando.
Don Yolbino, Curaca, Comunidad 20 de Julio, Puerto Nariño
Entrevista con las autoridades departamentales
Conclusiones y resultados principales
El mayor impacto generado por la COVID-19 se produjo en:
Historias de Vida
Del 26 al 30 de julio de 2021, iMMAP realizó varias visitas a diferentes comunidades indígenas con el fin de recopilar datos y testimonios acerca del impacto de la COVID-19 en los diferentes resguardos y cabildos de los municipios de Leticia y Puerto Nariño y así poder visibilizar las necesidades de estas poblaciones y colocar a disposición de la comunidad humanitaria del país y de las instituciones del gobierno esta información con el fin de que la respuesta a la situación humanitaria que viven estas comunidades sea planeada de la mejor manera y tenga el mayor impacto posible.
Nuestra primera parada fue en la comunidad TIWA, “los guardianes de los saberes tradicionales”. El resguardo está conformado por las etnias Ticuna, Inga y Andoque, desplazadas por el conflicto armado y obligadas a reubicarse. En la comunidad conviven las 3 etnias y tratan de mantener su independencia cultural, y debido a que es un cabildo relativamente nuevo, carecen del reconocimiento oficial por parte del Ministerio del Interior como comunidad indígena, lo que los priva de acceder a algunos programas de apoyo brindados por el gobierno nacional. Al iniciar el diálogo con los curacas (grandes consejeros de la comunidad) notamos en general el cariño y respeto que tiene por su gente y su cultura, hablan de su hogar con orgullo, pero con tristeza, ya que las necesidades de su comunidad no son pocas. Recorremos su tierra, conocemos las condiciones en que viven, nos invitan a sus malocas, lugar sagrado de reunión y donde toman las decisiones importantes que afectan a la comunidad.
Luis pertenece a la comunidad TIWA, se desempeña como Asesor técnico, en su comunidad es conocido como “sabedor”, ha vivido siempre al lado de su gente y relata que durante la pandemia siempre hubo apoyo entre los habitantes del resguardo. “Salíamos en la noche a recorrer las casas y oíamos quien tocia, así nos dábamos cuenta quien estaba enfermo”.
Salíamos en la noche a recorrer las casas y oíamos quien tocia, así nos dábamos cuenta quien estaba enfermo
Fue la manera que encontraron para diagnosticar la enfermedad, ya que pocos tuvieron acceso a una prueba diagnóstica para determinar si realmente estaban contagiados con la COVID-19. Según Luis, su medicina a base de remedios vegetales fue lo que los saco adelante. “No queríamos ir al hospital, allá a uno no lo atienden rápido, así que nos reunimos con los abuelos y creamos grupos de ayuda en la comunidad, nosotros no somos de aislarlos, nuestra forma de ver la vida requiere que compartamos”.
Nos tocó volver a las chagras (espacios o áreas de cultivo) para poder comer
Recibieron ayudas por parte de organismos del gobierno y la cooperación internacional, pero sus ingresos fueron seriamente afectados, ya que gran parte de los habitantes del resguardo viven de las artesanías y el turismo y debido a los cierres decretados por el gobierno esas actividades cesaron de manera total. “Nos tocó volver a las chagras (espacios o áreas de cultivo) para poder comer”. Cultivan y pescan y de esa manera lograron pasar la crisis económica que generó la pandemia, pero con la reapertura del aeropuerto esperan que los turistas vuelvan. Otra gran preocupación de Luis es el acceso a agua, ya que la mayor fuente para obtenerla es a través de las aguas lluvias y según él, ahora viene el periodo de verano, donde el agua es escasa y conseguir agua para cocinar y lavar se dificulta. “Ahora nos vamos a reunir para mirar como solucionamos este tema, porque cuando no hay agua, los niños se enferman de diarrea”.
Otra de las comunidades visitadas fue la de Puerto esperanza, donde tuvimos la oportunidad de reunirnos con un médico tradicional y nos contó cómo a través de su cultura, creencias y aprovechamiento del conocimiento tradicional afrontaron la pandemia. “yo me curé con el Anjible y bejuco del Yagé y con Gutapura, eso me mejoró, me calmó y me sanó, porque estuve 8 días enfermo”
yo me curé con el Anjible y bejuco del Yagé y con Gutapura, eso me mejoró, me calmó y me sanó, porque estuve 8 días enfermo
Sin embargo Don Yolbino nos dijo que en algunos casos los habitantes de la comunidad salen remitidos al hospital porque a veces después de la COVID quedan con anemia. Para él el principal problema que acarreó fue el acceso a alimentos, el encierro impedía que pudieran ir al mercado “la guardia indígena estaba pendiente de quién podía salir”. Respecto a las vacunas Don Yolbino dice que ha aconsejado a la población para que se las apliquen, ya que considera que es una protección adicional a la medicina tradicional.
Don Yolbino, Curaca, Comunidad 20 de Julio, Puerto Nariño
Otro objetivo de este viaje era conocer de primera mano cómo se había visto afectada la natalidad en las comunidades indígenas y para esto fuimos a la comunidad Aticaya, donde la Fundación Halu, llevaba a cabo capacitaciones a las parteras indígenas acerca de los adecuados cuidados que se deben tener en la atención de un parto. A continuación, algunas de sus historias:
Nélida tiene 32 años y ha vivido toda su vida en San José de Villa Andrea, es ama de casa y madre de 10 hijos, es difícil pensar que con tan pocos años ya tenga tantos hijos. Toda su familia vive en la misma comunidad y 5 de sus hijos ya están casados y uno le dio su primer nieto. El nacimiento de este niño fue algo tortuoso, lo que la motivo a ser partera. Solo tiene 2 años de experiencia y aprendió de su suegra quien ya tenía sus años y decidido retirarse del oficio de traer bebes al mundo y se fue a vivir a Tabatinga (Brasil) donde tenía familia que la podían atender. Trabaja con su hermana, quien le sirve de reemplazo cuando tiene que salir de viaje.
En mi comunidad no hay una sola embarazada, todas se mandaron a poner el parche del brazo para no tener más niños, familias como la mía ya no se ven
Asiste hoy a la capacitación porque quiere aprender como cortar los ombligos. Dice con orgullo que ningún niño, ni ninguna madre se ha muerto en los partos que ha asistido, pero una vez si se le complico un bebe al que le cocieron el ombligo con hilo. No atendió partos durante la pandemia, pero manifiesta que de haber tenido algún caso no hubiera contado con los insumos necesarios “no podíamos salir y nadie podía entrar”. Según Nélida ya casi no hay partos porque las mujeres están planificando y los esposos han entendido y están de acuerdo en tener control de la natalidad. “En mi comunidad no hay una sola embarazada, todas se mandaron a poner el parche del brazo para no tener más niños, familias como la mía ya no se ven”. cree que las vacunas y son útiles y cuando fueron a su comunidad llevo a todos sus hijos a que se aplican las vacunas. El COVID a ella la afecto en su forma de vivir, no podía verse con sus amigas y la obligo a retornar a la chagra, a sembrar la tierra para llevar comida a su casa. Sus hijos que en su mayoría viven de la pesca tampoco podían ir a vender
Blanca Flora, es la partera de Puerto Esperanza desde hace un año y se vio en la obligación de aprender ya que en su comunidad había mujeres en embarazo y debido a las restricciones temía que no recibieran la atención necesaria para dar a luz a sus hijos. Para aprender el oficio de ser partera recurrió a su madrina que ya cuenta con 84 años y no puede se puede desplazar con la velocidad que el nacimiento de un niño requiere. Afortunadamente no hubo ningún parto durante el aislamiento obligatorio y solo ha atendido una madre después de la pandemia, tuvieron inconvenientes durante el procedimiento “la mamá no hizo la fuerza rápido, pero yo le sople su coronita y él bebe reacciono”. Tuvo COVID y solo se trató con remedios vegetales igual que todos en su comunidad. Se vacuno porque cree que la medicina tradicional y la occidental pueden trabajar juntas. A las personas de su comunidad les recomienda que planifiquen y que se coloquen el implante. “Los remedios naturales funcionan, pero es mejor el implante, es una sola vez, en cambio con los remedios de nosotros toca hacer el tratamiento completo y a veces no hay juicio”
la mamá no hizo la fuerza rápido, pero yo le sople su coronita y él bebe reacciono
Yenica Mojica, Enfermera étnica
las parteras tradicionales realizan prácticas que no son las adecuadas para atender un nacimiento, las condiciones de higiene no son las mejores y por desconocimiento pueden generar una complicación
En la misma Actividad la fundación Halu contaba con la presencia de Yenica Mojica, una enfermera étnica, hija de una partera a la que acompañaba a atender los miembros de y al ver que los tratamientos funcionaban y veía mejoría en las personas entendió que el área de la salud era su vocación. Estudio enfermería y ya tiene 5 años de experiencia ejerciendo. Para ella la Pandemia fortaleció la atención médica en su comunidad, ya que la emergencia hizo que las necesidades de las comunidades indígenas fueran más visibles y así se movilizaran recursos y personal para atender l emergencia. Sobre el proyecto que están desarrollando con la fundación Halu, cuenta que está feliz de poder llevar información que ayude a que las madres y niños de los resguardos que no quieren ser atendidas en el hospital tengan mejores condiciones. “las parteras tradicionales realizan prácticas que no son las adecuadas para atender un nacimiento, las condiciones de higiene no son las mejores y por desconocimiento pueden generar una complicación”
Yenica relata casos donde se realizan masajes en la barriga de la madre que le cambian la posición al feto complicando el embarazo y llevándolos a un estado de alto riesgo, cortes de cordones umbilicales de manera incorrecta acarreando infecciones y otra serie de problemas que se generan por falta de información correcta. Además, para ella la medicina tradicional a base de remedios vegetales no siempre es bien administrada, algunas plantas generan efetos en los bebes y ella considera que su labor es poder unir la medicina tradicional, con la medicina occidental. También nos comenta que durante la pandemia las madres gestantes no acudieron a los centros de salud para que les atendieran, ya que la atención estaba centrada en los casos COVID y había algo de temor de contagiarse. Por eso la labor de las parteras es de alta importancia dentro de las comunidades, ya que el acceso a servicios de salud aún sin pandemia es muy limitado. “la importancia de las parteras es crear puentes de comunicación entre la comunidad indígena y los médicos, para que los partos puedan ser atendidos de la mejor manera, pero no se pierda el carácter étnico y cultural. Las parteras cumplen un rol muy importante de acompañamiento a las mamas”. Uno de los aspectos a tener en cuenta es que muchas veces las madres gestantes no acuden al hospital en Leticia, por distancia o falta de recursos económicos para transportarse. En algunas ocasiones cruzan el río hacia Perú ya que es más cerca y se requiere menos combustible para el viaje y esto hace que sea difícil tener datos consolidados sobre la cantidad de nacimientos o de mortalidad materna. Adicional a esto ninguna partera va a aceptar que durante su asistencia un bebe o madre pierda la vida, por temor a las consecuencias. Para Yenica el mayor problema que trajo el COVID-19 fue la pérdida de ingresos en las comunidades, los cierres evitaron la venta de los productos de las comunidades y así poder tener acceso a otros productos de primera necesidad que no se consiguen dentro de su territorio.
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Este producto es el resultado de una recolección y análisis de datos primarios y secundarios. Las opiniones expresadas en este informe no necesariamente reflejan las de USAID, el gobierno de los Estados Unidos, los clústeres humanitarios o cualquiera de sus fuentes individuales.